Hoy nos hemos levantado por la mañana y lo primero que hemos
hecho ha sido mirar el cielo. ¡Bien, despejado! Parece que hicimos bien
cambiando la subida al monte Whistler con el Jasper Tramway para hoy. Después
de desayunar hemos salido del hotel con dirección al teleférico, pero antes
hemos hecho una parada para ver una máquina de tren construida en 1923 que está
expuesta en el pueblo. ¡185 cm de diámetro de ruedas! Esta te la dedicamos
José.
Después de la parada hemos subido al monte del que parte el
teleférico. Ha habido algún problema con nuestras entradas, parece ser que al
cambiar el día algo se les ha trastocado, porque la chica de la taquilla ha
tardado un buen rato en darnos los tickets, y entre que son un poco lentos de
por si, y nuestro pequeño problemilla, no veais la cola que hemos formado.
Afortunadamente el incidente no ha ido a mayores, y hemos podido subir hasta la
cima del monte Whistler con el único inconveniente del retraso.
Durante la subida, había una chica que iba explicando cosas,
pero hablaba tan rápido que no hemos conseguido enterarnos de casi nada. Hay
que mejorar ese oído…
Una vez hemos llegado a la estación superior, nos hemos
alegrado de haber realizado el cambio de día, pues hoy tenemos un cielo
despejado, y la vista es maravillosa. Ayer seguro que no hubiésemos disfrutado
lo mismo.
Arriba nos hemos encontrado con unos australianos muy majos,
que nos han sacado alguna foto.
Desde donde nos deja el teleférico hay un camino que lleva
hasta la cima del monte, y nos hemos puesto a caminar para intentar subir hasta
arriba. La pendiente era alta, pero hemos logrado llegar hasta arriba, con
alguna paradita intermedia para disfrutar de las vistas, que eran geniales.
En la cumbre podíamos ver el pueblo de Jasper y todos los
lagos que visitamos ayer, además del río Athabasca. También pudimos observar la
dimensión de los bosques que tiene aquí, que parece que no se acaban nunca,
salpicados de lagos y con las montañas nevadas al fondo. Una delicia.
Al final nos hemos entretenido más de lo que esperábamos,
pero al menos Bea ha aprendido a hacer fotos panorámicas con su cámara.
Una vez abajo hemos cogido el coche y nos hemos puesto en
marcha, porque nos quedaban más de 400 km hasta nuestro destino, un rancho
cerca de Clearwater.
La primera parada la hemos hecho en un pequeño lago a la
entrada de British Columbia, el Portal Lake, lleno de nenúfares y libélulas.
Hemos dado un cortísimo paseo y hemos sacado algunas fotos, pero rápidamente
nos hemos vuelto a poner en camino, porque andábamos mal de hora.
Afortunadamente, al entrar en British Columbia, hemos ganado una hora, pues ese
es el tiempo que hay que atrasar el reloj cuando entras en este estado desde
Alberta.
Hemos parado a comer en el centro de visitantes del estado
de British Columbia, y hemos aprovechado para hacer acopio de folletos de las
zonas que vamos a recorrer. Además allí nos hemos encontrado dos parejas que
venían de Madrid, y con los que hemos estado intercambiando experiencias. Ellos
estaban haciendo el viaje al revés que nosotros, y me han puesto los dientes
largos, pues dicen que han visto varios osos en el camino. Nosotros no hemos
visto osos, salvo el pequeño que vió sólo Bea, y tengo unas ganas…
Después de recuperar fuerzas comiendo hemos seguido
conduciendo, y poco a poco el paisaje ha ido cambiando. Ya no es tan montañoso,
y a los lados de la carretera se empiezan a ver más ranchos, casas, campos,
etc. El paisaje se ha vuelto algo menos espectacular, y aunque sigue siendo
bonito, con bosques y más verde que antes, después de lo que hemos visto, el viaje en coche se hace un poco más pesado.
Según nos acercamos a Blue River, vemos varios anuncios de
un River Safari con fotos de osos en el río. Con las ganas que tengo de ver
osos, acaba pasando lo inevitable, me caliento y paramos a preguntar a ver qué
es eso del River Safari. La cosa consiste en un paseo de una hora por el río en
una lancha de fondo plano, para ver osos u otros animales en las orillas. La
pregunto a la chica si es buena hora para ver animales, porque son como las
cuatro de la tarde cuando llegamos, y yo si fuese un oso estaría echando la
siesta. Ella me contesta que a cualquier hora hay bastante posibilidades de ver
animales, así que no nos lo pensamos mucho y aceptamos, aunque el viaje es un
poco caro. Tenemos que esperar un rato hasta que salga la siguiente lancha,
pero tenemos la suerte de estar solos, y de que el guía-piloto de la lancha
hable español. Salimos al río emocionados, y al poco de zarpar me doy cuenta
que apenas me queda memoria en la tarjeta de la cámara para unas pocas fotos, y
la otra memoria se ha quedado en el coche, así que me dedico a borrar algunas
de las fotos que no vales de la cámara mientras la lancha se desliza a toda
velocidad por el río.
En un momento dado la lancha para y Zak (nuestro guía) nos
señala con el dedo, ¿un oso tan arriba? ¡Ah, no!, que es un águila calva. Sí,
muy bonita, pero vaya decepción.
La barca sigue surcando el río, haciendo eses
para esquivar obstáculos, entrando en zonas con muy poco agua. Nos lleva a una
zona donde suelen verse alces… pero nada. Seguimos dando vueltas por el río, la
verdad es que el viaje es bastante divertido, pero no tenemos suerte. Paramos
en una zona donde nos bajamos de la barca para ver una cascada.
Zak nos dice
que vamos a volver ya y que si no vemos ningún animal a la vuelta, nos invitan
a volver mañana por la mañana. Pero mañana nosotros vamos a estar a 150 km de
distancia, y volver hacia atrás tanto no nos cuadra para nada. ¡Menudo chasco!,
pero al menos nos hemos divertido con la lancha, nos da la sensación que Zak al
ver sólo dos se ha gustado, y lo ha disfrutado él también vacilando con la
lancha.
Con todo esto se nos ha hecho bastante tarde, así que
seguimos sin volver a parar hasta el lugar donde nos vamos a quedar a dormir,
el Wells Gray Guest Ranch. Se trata de un rancho la mar de majo, donde para
cenar tenemos barbacoa. De primero una barra de ensaladas donde escoger a
gusto, de segundo dos hamburguesas de buffalo para mí, y dos filetes de salmón
para Bea. Nosotros lo acompañamos con arroz salvaje y una patata cocida con
hierbas. Mis hamburguesas estaban buenas, pero a Bea se le caían las lágrimas
con el salmón. Después el postre y a dar una vuelta por el rancho, y ver los
caballos que están sueltos tras un vallado.
La verdad es que el lugar es encantador y parece tranquilo.
Mañana vamos a ir a dar una vuelta en caballo, pero eso es otra historia, y no
toca contarla hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario